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En la anorexia se trata de la búsqueda de una felicidad que rechaza el lugar del Otro en sus distintas dimensiones: el Otro del saber, el Otro cuerpo, el Otro sexo, desconociendo por otra parte la sumisión a los mandatos del mercado como único gran Otro que, a la manera de Gran Hermano, nos propone la "felicidad" autoerótica con prevalencia del goce escópico con el gadget como único partenaire viable.
Anorexia: una “felicidad” sin Otro
Si bien existen diferentes posiciones subjetivas que responderían a la definición de anorexia, encontramos cierto punto en común a la hora de responder a la pregunta acerca de su relación con la felicidad.
La anorexia se caracteriza por tratarse de un rechazo del alimento en el que sin embargo es posible captar (como propone J. Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder”(1)) una posición activa del sujeto, que consiste en comer nada. Se trata de una posición subjetiva en la que el único partenaire admitido es la imagen especular.
Al tratarse de una decisión que ha dado lugar a uno de los síntomas más extendidos en la época, interrogarnos acerca de lo que mueve al sujeto en esa vía nos permitirá esclarecer a su vez cierta versión del ideal de felicidad propio de la época.
Nos detendremos para ello especialmente en algunas declaraciones que encontramos en el libro “Abzurdah”, de Cielo Latini (2), relato autobiográfico en el que la autora, fundadora en su momento de una página pro-anorexia con miles de seguidoras en todo el mundo, y orientada al escribir el libro por una experiencia psicoanalítica, interroga las razones de su pasaje por la anorexia.
Se trata de declaraciones que figuraban en su página de internet, y que dan cuenta de la búsqueda de un ideal de felicidad en la época de la inexistencia del Otro:
“Yo soy una luchadora, por eso no me da lo mismo lo que me pase en mi vida. Quiero que me pase lo mejor que me pueda pasar. Por eso no puedo encomendar mi vida a un Dios que NO existe (por lo menos para mí). Pero sí puedo dejarme ayudar por la gracia divina de mi dios personal, que se llama Ana. Entonces Ana para mí es mi diosa, mi diosa todopoderosa que me ayuda a ser cada vez más perfecta. Ana me castiga y me insulta sólo cuando me castigo y me insulto yo misma” (3).
Seguramente marcada por su nombre, la autora testimonia aquí de su propia versión del Cielo: no encontramos allí al tradicional Buen Dios al que encomendarse, sino una diosa inventada a medida del sujeto, superyó que encarna su propia voluntad de goce. Pero no se trata aquí del superyó paterno, heredero del complejo de Edipo, sino del superyó femenino, una suerte de esfinge posmoderna, que lejos de detentar un saber a descifrar, no es más que un reflejo especular del yo, que lo retroalimenta en su función de control. Efectivamente, esta entronización del yo, que también es una entronización del síntoma (Ana es la anorexia misma), es correlativa a la caída de la suposición de saber al Otro, tal como testimonia la siguiente frase:
“¿Por qué esconderme debajo de la piel y debajo de la grasa? Si puedo alcanzar mi meta, si puedo alcanzar el gol, ¿por qué no hacerlo?... Siento que luchar por mis derechos es un derecho… ¿Quién puede saber más de anorexia que nosotras, las propias anoréxicas?” (4).
Estas declaraciones (y muchas otras que escuchamos en nuestra práctica) testimonian de un ideal de felicidad que se confunde con las aspiraciones del yo, obedeciendo a la lógica de la pulsión de muerte, como lo verifican estas otras:
“Dejá que tus huesos definan la belleza de tu cuerpo”, o “Prefiero morir antes que aceptarme menos perfecta de lo que puedo ser” (5).
Se trata aquí de una versión de la belleza a medida del yo y su mortífero anhelo de perfección, que aspira a terminar con el desdoblamiento que la alteridad de lo femenino conlleva para una mujer.
No es casual esta concepción de la felicidad en la época del mercado, siempre listo a ofrecer objetos de consumo a las aspiraciones del yo. En ese sentido es interesante el testimonio de Cielo Latini: ¿qué hace antes de intentar suicidarse? Va a comprarse todas las cosas que siempre quiso tener. Y tampoco es casual este libro, producto para consumo masivo del mercado editorial, best-seller que comercia con su libra de carne apelando a la curiosidad morbosa del lector, por la que su anorexia termina transformándose en un cotizado objeto de consumo.
En la anorexia se trata de la búsqueda de una felicidad que rechaza el lugar del Otro en sus distintas dimensiones: el Otro del saber, el Otro cuerpo, el Otro sexo, desconociendo por otra parte la sumisión a los mandatos del mercado como único gran Otro que, a la manera de Gran Hermano, nos propone la felicidad autoerótica con prevalencia del goce escópico con el gadget como único partenaire viable.
Nieves Soria Dafunchio.
Referencias bibliográficas
1) J. Lacan. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en Escritos II. Ed. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Pág. 581.
2) C. Latini. “Abzurdah”. Ed. Planeta. Buenos Aires, 2006.
3) Ibid 1. Pág.141
4) Ibid. Pág.148.
5) Ibid. Pág. 152. |