A veces algo pasa en nuestra vida. Algo nos despierta, algo nos conmueve, algo nos enferma, algo nos abruma, algo nos perturba, algo nos entristece, algo nos devuelve al pasado, algo nos interroga.
Podemos hacernos los distraídos. Podemos refugiarnos en algún tipo de consumo adictivo. Podemos medicarnos. Podemos hacer una terapia cognitiva, que nos devuelva al estado anterior a ese algo que irrumpió en nuestra vida.
O podemos iniciar una experiencia única, absolutamente singular, dirigiéndonos a un psicoanalista.
Un psicoanalista es alguien que en algún momento eligió internarse en este extraño camino del análisis, encontrándose en él con el deseo de dedicarse a acompañar a otros en esta osada travesía.
Este camino no es lineal. No tiene estaciones fijas ni punto de llegada predeterminado. Es un camino que se contornea, de modo que muchas veces volvemos a pasar por el mismo lugar. Sólo que ya no somos el mismo que pasó la última vez.
Caminamos sin saber adónde vamos, pero nuestros pies vuelan empujados por enigmas, por olvidos, por sueños, por palabras.
La experiencia del análisis le devuelve a la vida el único sentido que la hace digna de ser vivida: el sentido del deseo.