Nieves Soria
PSICOANALISTA
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ARTE Y PSICOANÁLISIS
 

El cuerpo robado. El arrebato de Lacan, del texto literario al texto clínico
El homenaje a Marguerite Duras es un texto breve de Lacan en el que, a la vez que recorre los trazos de una sabiduría que nada le debe al orden del saber en su novela El arrebato de Lol V. Stein, transmite su propio arrebato ante el encuentro con el texto literario. En ese arrebato, reconociendo con Freud que “el artista nos lleva siempre la delantera (1, p.66)”, se propone dar fe de la convergencia de la práctica de la letra con el uso del inconsciente, siguiendo los A mi vez seguiré los pasos de Lacan para detenerme en los puntos de convergencia por los que el texto literario, bajo la pluma de Lacan, se transforma en un texto clínico del que podemos extraer una enseñanza única. Propongo leer la novela como un caso en el que, a diferencia del texto de Poe, no se trata de una carta-letra sino de un cuerpo robado, arrebatado.pasos de Lol V. Stein.


1) El cuerpo robado. Una clínica del vestido.

Lol V. Stein  es una mujer que vuelve a habitar su casa de la infancia en su  ciudad de origen, S. Tahla, luego de vivir diez años afuera con su marido y sus hijas. Allí queda prendada de la imagen de Tatiana Karl, una amiga de la infancia, a quien ve pasar junto a un hombre, Jacques Hold, quien narra la historia. A partir de ese momento la pareja queda capturada por su presencia deshabitada, que irrumpe con la fuerza polarizadora de un agujero en el campo escópico, como mancha en el cuadro.

Nos enteramos de que, si bien Lol nunca estuvo del todo ahí, sufrió (sin saberlo, sin que hubiese un sujeto que registre ese sufrimiento) un arrebato a sus diecinueve años, cuando fue despojada de su novio (Michael Richardson), y junto con él del poco de ser que habitaba, por una mujer mayor (Anne-Marie Streeter) que irrumpió en el baile del casino de T. Beach, ciudad veraniega, junto con su hija. Ante el acontecimiento quedó ausente, paralizada en el fondo del salón, de la mano de Tatiana Karl, capturada por el baile de la pareja: “Los había contemplado una mujer muy vieja cuyo corazón está libre de todo compromiso. Contempla así a sus hijos mientras se alejan, parecía amarles (2, p.15).”  Con el amanecer y la partida de los músicos sólo atinaba a gritar que no era tarde, desesperada al verlos partir.

Este acontecimiento de la partida de la pareja marca el fin de un mundo, momento de emergencia de una voz, momento en el que  Lol escucha: “…tal vez ella muera (2, p.85)”. Es ese momento  que Lol reconstruye una y otra vez con la pareja de amantes que conforman Jacques Hold y Tatiana Karl.

Lacan señala que la mirada atraviesa todo el texto. Todo el relato de la escena del baile gira alrededor de la mirada: “¿Había mirado a Michael Richardson al pasar? ¿Lo había barrido con esa no mirada que paseaba por el baile… en ella, la mirada…se alojaba en toda la superficie de los ojos, resultaba difícil captarla (2, p.13)”.

La mirada se sitúa respecto del punto luminoso, que arma el campo escópico, de allí que en esa referencia permanente a la mirada encontramos una y otra vez la dimensión de la luz como crucial:

“Pero la luz del baile se ha roto de repente. Ha dejado de ver claro. Mohos grises recubren uniformemente los rostros, los cuerpos de los amantes (2, p.35)”.

En el encuentro con la pareja Lol recupera algo que había perdido, encontrando una felicidad que describe así a Tatiana:

“Fue la otra noche, a la hora del crepúsculo, pero cuando el sol ya se había puesto. Hubo un instante de luz muy intensa, no sé por qué, un minuto (…) Sentí una tentación muy poderosa de ir hacia él, de ir a contemplarlo (2, p.121)”.

Lol sigue a Jacques Hold, el amante de Tatiana Karl. Así descubre un campo de centeno frente a la ventana del hotel en que los amantes se encuentran. Allí se tiende ante la ventana iluminada, volviendo una y otra vez, a cada cita de los amantes.  Atravesando la luz, la figura de Tatiana Karl, desnuda bajo sus cabellos oscuros, se destaca. Resplandece esa imagen, ese cuerpo, mientras Lol es una mancha oscura en el campo de centeno que Tatiana no ve. Por ese movimiento Lol se alivia del peso de la mirada, pudiendo descansar de una errancia infinita a la que se vio empujada desde el baile de T. Beach. En ese campo de centeno Lol se queda dormida.

Lacan señala el tema del vestido como una huella a seguir en el texto.: “Lol es despojada de su amante, como de un vestido, propiamente. Es decir, que debe entonces seguirse en el tema del vestido que aquí sustenta el fantasma al que se prende Lol en el tiempo siguiente, de un más allá cuya palabra clave no supo descubrir, esa palabra que, al cerrar las puertas tras ellos tres, la hubiese conjugado con el momento en que su amante levantara el vestido, el vestido negro de la mujer, y descubriera su desnudez. ¿Llega esto entonces más allá? Sí, llega a lo indecible de esta desnudez que se insinúa hasta remplazar su propio cuerpo. Aquí todo se detiene (1, p. 66)”.

En ese punto el vestido se vuelve un equivalente del amor: “…esa imagen, imagen de sí mismo, con que el otro nos reviste y que nos viste, y que nos deja, cuando nos despojan de ella (1, p.67)”. Se trata en este caso del amor como vestido para un cuerpo que no está. Cuando Lol pierde el vestido, pierde el cuerpo.

Enfermedad de la mentalidad, un vestido sin un cuerpo para poner adentro, a la que Lacan hiciera referencia en la presentación de enfermos en la que interrogara a la Srta. B (a quien diagnosticara como una parafrenia imaginativa en el sentido de Kraepelin), cuyo decir quedaba atravesado por un vestido sin cuerpo (3).

 El traje negro de Lol en el baile, el vestido de Anne-Marie Streeter, Tatiana en traje sastre negro, luego desnuda bajo sus cabellos negros, el hilo del tema del vestido orienta una trama vacía.

Lol recuerda su infancia con Tatiana en el internado: “Por la noche, todo el dormitorio venía  a ver tus cabellos sueltos (2, p. 64)”.

Ese vacío de cuerpo se manifiesta en ciertos momentos del relato como una necesidad de imitación, sin que ningún rasgo singular, subjetivo, deje la marca de un ser: “La disposición de la sala, de las habitaciones, era la réplica fiel de la de los escaparates de las tiendas; la del jardín del que Lol se ocupaba, la de otros jardines de U. Bridge. Lol imitaba, pero, ¿a quién? A los demás, a todos los demás, al mayor número posible de las demás personas (2, p.28)”.

En otros momentos se manifiesta llanamente como fenómenos que clínicamente se describen como despersonalización, lo que da lugar a fenómenos de sustitución: “¿No soy yo, verdad, Tatiana debajo de la sábana, con la cabeza oculta? (2, p.109)”.

 “El cuerpo alto y delgado de la otra mujer aparecería poco a poco. Y en una progresión rigurosamente paralela e inversa, Lol sería sustituida por ella cerca del hombre… Lol no ha conseguido nunca llevar a término ese despojamiento, muy lento, del vestido de Anne-Marie Stretter, esa extracción de terciopelos de su propia persona” (2, p. 41).

“La ven, a ella que no se ve a sí misma, en las otras. Ahí está la omnipotencia de su modo de ser, sin puerto de amarre singular” (2, p.45).

Así, refiriéndose primero a Tatiana y luego, metonímicamente, a la pareja del baile de T.Beach:     “-Es una sustitución (…) -Sí, yo estaba en mi lugar. Ellos se me llevaron (2, p.111)”.

Este vacío, esta ausencia de ser, más radical que la falta en ser del neurótico, se manifiesta también como una presencia de la mentira que no se dialectiza con el campo de la verdad, una mentira absoluta, angustiante, como refiere J. Hold: “Cuando habla, cuando se mueve, mira o se distrae, tengo la impresión de tener bajo mi mirada un modo personal y capital de mentir, un campo inmenso pero con lindes de acero, la mentira (2, p.86)”.

 

2) La voz del relato. Una clínica de la angustia.

Lacan nos indica que J. Hold no sólo es la voz del relato, sino que es mucho más: su angustia: “…la angustia de lo que los atañe, de lo que los mira sin mirarlos (1, p.68)”.

J. Hold encarna la divisón subjetiva. Ese hombre que se resguardaba en una imagen de solterón para acoplarse al matrimonio Karl y vivir con Tatiana una relación de amantes no exenta de cinismo, cae bajo el efecto de la nada en juego en el amor al conocer a Lol: “Conozco a Lol V. Stein a tavés del único medio del que dispongo: el amor (2, p. 38)”. La estructura del amor como don de lo que no se tiene a alguien que no lo es se despliega con contundencia en este amor despojado de todo saber: “…no saber nada de Lol era ya conocerla. Se podía, pensé, saber aún menos, cada vez menos, de Lol v. Stein (2, p.65).”

A partir de ese encuentro Jacques Hold quedará primero en el lugar de testigo, luego sustituyéndose a Lol:

El lo enuncia así: “Deseo como un sediento beber la leche brumosa e insípida de la palabra que surge de Lol V. Stein, formar parte de su mentira (2, p.87)”.

Así, dice Tatiana refiriéndose a Jacques Hold: “-¿Cómo sabe esas cosas de Lol? Quiere decir: ¿cómo las sabe en lugar de una mujer?. ¿de una mujer que podría ser Lol? (2, p.121)”.

Lacan hace referencia a que la mirada pasa de uno a otro como un talismán del que cada cual se descarga con prisa como de un peligro (1, p. 67). En un primer tiempo queda atrapado por la mirada de Lol: “…una transparencia me contempla (…) La transparencia me ha atravesado, aún la veo, empañada ahora, ha ido hacia algo más vago, interminable, irá hacia algo, interminable, que nunca conoceré (2, p.124)”.

 En un segundo tiempo es él quien encarna la mirada, cuando pasa de ser seguido por Lol a seguirla: “Una mujer a la que el hombre sigue sin ver (2, p.47)”.

Y luego cuando se aproxima a Lol, quien habla con Tatiana, escondiéndose.  Lol escucha sus pasos detrás del muro. J. Hold queda dividido al ocupar ese lugar que Lol le destina: “¿Acaso es conmigo con quien está, detrás del vano de la ventana? ¿O en otra parte? (2, p.79)”.

Volvemos a encontrar este pasaje de la mirada de uno a otro cuando ambos visitan juntos el casino de T. Beach, siendo finalmente él quien recuerda los recuerdos de Lol: “Lol miraba. Detrás de ella, intentaba acoplar de tan cerca mi mirada a la suya que empecé a recordar, segundo a segundo, su recuerdo (2, p.145)”.

Prendado de Lol, es presa de la angustia: “Y he aquí que la idea de su ausencia se convierte en algo insoportable (2, p.109)”. Transformado en la mirada de Lol, recupera su subjetividad al transformarse en la voz del relato, intentando hilvanar una historia. Una voz que recorre los quiebres del significante que deshilacharon la trama a partir del encuentro con el agujero forclusivo. J. Hold es la voz que le devuelve la trama a Lol a través del relato.

Así, reconstruye la relación de Lol con la palabra: después del baile, luego de encerrarse unas semanas en su habitación, pasó de  pronunciar su nombre con ira al mutismo. “Sólo hablaba para decir  que le resultaba imposible expresar lo aburrido y largo, largo que era ser Lol V.Stein” (2, p.19), señalando que en la medida en que parecía insuperable su dificultad ante la búsqueda de una sola palabra,  todas las palabras pasaron a tener la misma importancia para ella. Lol se desliza metonímicamente en el lenguaje, su entorno teme que en cualquier momento resbale en una frase peligrosa.

Su amor por Lol lo lleva a captar la esencia de su relación con la palabra: “Me gusta creer, como creo, que si Lol es silenciosa en la vida es porque ha creído, durante la brevedad de un relámpago, que esa palabra podía existir. Carente de su existencia, calla. Sería una palabra-ausencia, una palabra-agujero, con un agujero cavado en su centro, ese agujero donde se enterrarían todas las demás palabras” (2, p.40). “Un rastro subsiste, uno. Solo, imborrable, al principio no se sabe dónde. Pero, ¿cuál? ¿No se sabe?  Ningún rastro, ninguno, todo ha sido enterrado, Lol con todo (2, p.146)”.

Su amor lo lleva a soportar en su ser, es decir, en su nombre, el vacío de Lol: “¡Virginidad de Lol pronunciando ese nombre! ¿Quién había advertido la inconsistencia de la creencia en esta persona así llamada sino ella, Lol V. Stein, la llamada Lol V. Stein? (...) Por primera vez mi nombre pronunciado no nombra (2, p.91)”.

La posición de J. Hold nos ilustra acerca de la transferencia en la psicosis, el psicótico encarnando ese lugar de objeto enigmático que divide al partener, despertando eventualmente su amor, tal como le ocurre a Lacan con Aimée. Secretario del alienado, debe perder su nombre, para alojar la ausencia de nominación en que se encuentra aprisionada la subjetividad psicótica.

 

3) El ser-de-a-tres. Una clínica nodal.

Lacan se detiene en el rapto, para situar su enigma en una topología, que insinúa moebiana, por la que la raptada se vuelve raptora: “la herida, la exilada de las cosas, a quien no se atreve uno a tocar, pero que hace de uno su presa (1, p.63)”.

Su tesis es que ese rapto, actualizado en el lazo que ella  extiende hacia la pareja de J. Hold y Tatiana Karl, es un nudo que se rehace. La función de la mirada que ella encarna allí no es la del voyeur, el mirón, sino que lo que sucede la realiza (1, p.69).

La presencia de Lol como mirada desarma la imagen narcisista en la que los amantes tratan de contener su enamoramiento, Tatiana pasa de la encarnación de la belleza a la encarnación de la mancha, y J. Hold de inmediato siente su efecto: “Desde entonces es legible que, dedicados a realizar el fantasma de Lol, serán cada vez menos uno y otro (1, p.69)”. Momento de entrada de la pareja de amantes en el nudo de Lol V. Stein: “Pero es verdaderamente Lol quien organiza este ser de a tres (1, p.69).

Lacan, arrebatado a su vez por el encuentro con el texto, propone un nuevo nudo, esta vez entre Marguerite Duras, Lol V. Stein y él mismo. Es en ese lazo que quedamos enlazados nosotros, en este deslizamiento del texto literario al texto clínico.

 Un nudo busca rehacerse: “Hay una plaza por ocupar, que no logró cubrir en T. Beach, hace diez años (2, p.50)”.

Esto comienza a ocurrir a partir del encuentro con J. Hold.  En ese momento se siente de repente provista de un cuerpo (2, p.44), cuyo estatuto interroga a J. Hold:

“…había inspeccionado  bien mi habitación y cambiado varios objetos de sitio, como a escondidas, y de acuerdo con la visión que ella hubiera tenido de la estancia, si hubiera venido, y también de acuerdo  con su lugar entre ellos, ella moviéndose (…) lo que digo respecto a los objetos de mi habitación, se ha producido con su cuerpo (…) Aún se pregunta dónde debería estar ese cuerpo, dónde colocarlo exactamente, para que deje de lamentarse (2, p.139)”.

 Lacan hace una lectura  topológica del nombre con que Marguerite  Duras nombra a su criatura: “Lol V. Stein: alas de papel, V, tijeras, Stein, la piedra, en este juego de la mor-ra te pierdes (p. 63). Anuda así el amor, y el ser-de-a-tres en el anudamiento borromeo, en el cual, como en el juego de la morra, piedra papel y tijera se anudan de no anudarse, pasando siempre  cada uno por encima de uno y por debajo de otro.

 Ese nombre deja de ser propio, volviéndose extraño, objeto de ira para Lol luego del desencadenamiento. Es el nombre al que volverá a anudarse en el ser de a tres que componga con Tatiana Karl y Jacques Hold. En efecto, J. Hold la nombra una y otra vez: Lol Valérie Stein.

Jacques Hold testimonia de la singularidad que adquieren el espacio y el tiempo para Lol, espacio y tiempo en los que, así como en el campo de la palabra, falta un elemento que establezca un orden que impida perderse en la infinitud, en la mismidad: “En cualquier lugar donde se halle Lol, allí está como si se tratase de la primera vez” (2, p. 35).

“El acercamiento a  Lol no existe. Uno no puede acercarse o alejarse de ella. Hay que esperar que venga a buscarte, que ella quiera (2, p.85)”.

 “Niego el final que probablemente vendrá a separarnos, su facilidad, su simplicidad desoladora, pues desde el momento en que lo niego, acepto el otro, el que está por inventar, el que ignoro, que nadie ha inventado aún: el final sin final, el nacimiento sin fin de Lol V. Stein (, p.149)”.

“Los sueña con otro tiempo en el que lo que se producirá se produciría de otra manera. De otro modo. Mil veces, por doquier (2, p.151)”.

Lol captura a la pareja de amantes en una trama que apunta a rehacer el nudo en un ser de a tres: “Lol V. Stein acecha, los incuba, fabrica a esos amantes” (1, p.49)”.

 “Debía de hacer una hora que estábamos allí los tres, que nos había visto aparecer, por turno, en el recuadro de la ventana, ese espejo que no reflejaba nada y ante el que debía sentir, deliciosamente, la desposesión deseada de su persona (2, p. 100)”.

 “Lol deseaba que vivieran ese instante de absoluto olvido de Lol (2, p.99)”. “Ama, ama a quien debe amar a Tatiana. Nadie. Nadie ama a Tatiana en mí. Formo parte de una perspectiva que está a punto de construir con una obstinación impresionante, no lucharé (2, p.107)”.

Cuando Lol baila con Hold ante la mirada de Tatiana, se tropiezan, se equivocan en el baile como antaño la pareja de Michael Richardson y Anne-Marie Streeter, como sustituyéndose a esa pareja de la que había quedado separada para siempre.

Lacan lee un desencadenamiento en este ser  a tres cuando J. Hold hace el amor con Lol: “…el “yo pienso” de Jacques Hold llega a obsesionarla con un cuidado demasiado cercano, al final de la novela, por el camino por donde él la acompaña en un peregrinaje al lugar del acontecimiento. Lol se vuelve loca (1, p.69)”.

Leemos en el texto literario: “La crisis está ahí. La ha desencadenado nuestra situación en este momento, en esta habitación en la que nos hallamos solos, ella y yo.

-La policía está abajo.

No la contradigo.

-Golpean a la gente en la escalera.

No la contradigo.

No me reconoce en absoluto (2, p.151)”.

Luego de ese momento de desconocimiento absoluto el nudo pareciera comenzar a rehacerse. Lol pregunta quién es, J. Hold le responde: “Tatiana Karl, por ejemplo (2, p.152)”.

Entonces es ella quien le recuerda que debe ir a reunirse con Tatiana. Cuando J. Hold llega a ese encuentro, Lol ya se encuentra durmiendo en el campo de centeno.

 

4) Felicidad y tragedia. Una clínica del amor.

El encuentro con Jacques Hold precipita a Lol en una felicidad indecible, que traduce como un amor muy singular, en la medida en que no pide ser en él sino todo lo contrario, insistiéndole a J. Hold en la continuidad de su relación con Tatiana. En efecto, Lol da cuenta de algo inacabado para ella en el campo del amor: “Si creyera en ti como los demás creen en Dios podría preguntarme por qué tú, ¿a qué viene eso? Sin embargo, la playa estaba desierta como si no hubiera sido terminada por Dios (2, p.138)”.

Es Jacques Hold quien queda hold (tomado) por ese amor, respondiendo al llamado: “Siento demasiado amor por esa forma que está en el campo, desde ahora, demasiado amor, se acabó (2, p.131)”.

Lacan se detiene en el estatuto de este  amor, observando en él una seriedad heredera de la “caridad severa y militante que anima las historias de Marguerite d’Angoulême (1, p.70)”, refiriéndose particularmente a una historia de su  Heptamerón, la historia X, cuyo protagonista es Amador (3), quien, sin dejar de ejercer el deseo, “se dedica hasta la muerte a un amor, para nada platónico aunque sea imposible (1, p.71)”.

Lacan señala que dicho amor se volvería menos opaco si no se mirara a través de los ideales del happy end victoriano, planteando que el umbral del entre-dos-muertes, propio del espacio de la tragedia “no es simplemente lo que creen quienes están lejos de él: el lugar de la desdicha (1, p. 72)”.

Es en este punto del texto de Lacan que el homenaje a Marguerite Duras llega a su punto cúlmine, señalando la valentía de esos personajes creados por la escritora: “…valientes para arrojarse, aunque estén atrapados en los espinos del amor imposible de domesticar, hacia esa mancha, nocturna en el cielo, de un ser ofrecido a la merced de todos (…)(1, p.72)”.

Lacan homenajea la posición de la escritora como una posición de caridad sin muchas esperanzas, ya que no puede socorrer a sus creaciones con el mito del alma personal, orientada por una fe que le sobra “cuando celebra las bodas taciturnas de la vida vacía con el objeto indescriptible (1, p.72)”.

¿No encontramos acaso en esta alusión a las virtudes teologales desde la perspectiva de la ética del psicoanálisis una indicación preciosa respecto de lo que conviene que sea la posición del psicoanalista frente a los impases del amor?

 

 

 

Bibliografía

1) Lacan, J. “Homenaje a Marguerite Duras. Del rapto de Lol V. Stein”, en Intervenciones y textos 2. Manantial. Buenos Aires, 1988.

2) Duras, M. El arrebato de Lol V. Stein. Tusquets. Barcelona, 1987.

3) Presentación de enfermos. La srta. B. Inédito.

4) Margarita de Navarra. “Novela X, del Heptamerón, en Referencias en la obra de Lacan nº22. Fundación del campo freudiano en la argentina. Buenos Aires, 1988.

 

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